Rock y delincuencia siempre se llevaron bien,
así lo ilustra la cantidad de chorros que sacan discos. Mucho más la cantidad
de estrellas de rock que van presos. De todo este universo, nos importa sobre
todo esa figura -ya en baja- del bandido callejero como emblema de la libertad
e inmoralidad juvenil. Un poco lo que hubiera querido ser la malograda Helena X que cantaba Juan Antonio Ferreyra, cuyo
pelo descansa en paz.
En esta saga, hay momentos culminantes, como el
vencedores, vencidos de los Redondos, que homenajea a los entrañables ladrones
de pasacasettes. Y si hablamos de este objeto -que por falta de charme no llega
a vintage-, nada superará al homenaje a la delincuencia juvenil callejera
realizado por Obús y que lleva el sugestivo título de El que más. Se trata del perfil
de un joven que, salido de un reformatorio, no le asusta nada la Gran Ciudad (para los
rockers, el significante "ciudad" nunca puede aparecer sin ser
precedido por el significante "gran", de lo que se deduce que las
ciudades pequeñas y los pueblos no tienen rock)
3 momentos hacen a esta obra insuperable:
1) La estrofa inicial: se trata de una suerte de
catálogo frávega de electrodomésticos ochentosos (si se permite el pleonasmo,
el electrodoméstico es de por sí ochentoso). Cito:
"UN TRANSISTOR, UN
TELEVISOR
O UN CASSETTE DE COCHE
LE DA IGUAL
LO QUE QUIERAS TÚ
PUEDES CONSEGUIR"
2) la enumeración de las escenas en que puede
reconocerse a este sujeto, cuyo oficio incluye además la realización de
presupuestos, de lo que se infiere que puede laburar por encargo:
EL QUE MÁS
LEVANTANDO UN COCHE
EL QUE MÁS
PASÁNDOTE COSTO
EL QUE MÁS
TIRANDO DE UN BOLSO
EL QUE MÁS
BURLANDO A LA POLI
3) Aristóteles inventó la mímesis. Apollinaire la llevó
al exceso con sus caligramas,
que tenían forma del objeto/tema del poema. Huidobro dijo que "el
poema a la rosa debe ser la rosa misma". Pues bien, aquí hablamos
de robar autos, de acelerar y huir de la poli. ¿Y? Que esta canción vemos que
se puede ir más allá. Imitando el rugir discontinuo y realentado del
acelerador, la garganta caliente y crepitante de Fructuoso Sánchez rebaja un
grito automovilístico, un grito automotor, un grito que se pisa y revienta la
garganta escape, ese caño caliente que atraviesa la tráquea. Más que vibrato,
más que skat, más que falsete: entre pitos y tiros de utilería irrumpe, como
nunca, el primer y único willie de voz.
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